El primer campeón del fútbol colombiano logró su novena estrella. Desde estas páginas por las que corre tinta azul desde sus teclas pasando por el amor hacia el azul futbolístico que profesa quien las dirige, extendemos un saludo y una felicitación al cuadro cardenal y sus miles de seguidores.
Y eso que hoy pareciera extraño producto de un antagonismo que en épocas recientes lastimosamente hizo carrera, no es más que la demostración que queremos dar que el fútbol se reduce a la pasión, el fervor y el fanatismo por un equipo de fútbol durante los 90 minutos que dura el juego. Después la vida sigue y esos sentimientos piden espera para expresarlos en el nuevo encuentro.
Leo titulares de prensa diaria este lunes destacando el buen comportamiento y la altura como los santafereños celebraron su titulo y renace esa esperanza que el fútbol puede volver por esos caminos de antaño donde se podía ir al estadio con los hijos, cuando ir al futbol era una fiesta exenta de la violencia y magnificada en cambio por el entusiasmo de hinchadas contrarias unidas por un solo sentimiento: Querer que su equipo ganara y sino la revancha pactada para la próxima.
El fútbol y más en estos tiempos modernos ha cobrado singular importancia como una de las expresiones culturales de un grupo, barrio o país.
Sin mayor profundidades en el análisis, que podemos dejarlo a quienes estudian el fenómeno desde tiempos pasados, lo de anoche y la madrugada, salvo mínimas excepciones violentas, demuestra que el individuo seguidor del fútbol puede manifestarse alegremente y de manera única con la emoción que le produce el triunfo de su equipo del alma y que quienes experimentan la derrota deben enderezar su energía positiva de cara a los nuevos retos de su equipo por ahora perdedor.
Ahh… Una cosa más. Que la próxima temporada del fútbol sirva para volver a celebrar los triunfos del equipo nuestro, que es lo que debe ser, en lugar de alegrarnos por las derrotas del contrincante.