Vivir en grandes ciudades como Bogotá factor de riesgo para enfermedades mentales

El pasado martes en el Concejo  se realizó un debate que pasó desapercibido pero que no debe ser razón para ignorar lo que allí se denunció ya que está probado que las grandes ciudades afectan  la salud mental de sus habitantes. La ecuación es sencilla: A mayor población mayores posibilidades de enfermedades de este tipo.

Para comenzar a graficar el preocupante panorama de la salud mental de los bogotanos acudamos a una estadística que dimensiona la problemática. La concejal de Alianza Verde, Lucía Bastidas, afirmó que el 50% de los capitalinos ha padecido un problema de salud mental, que se puede convertir en trastorno mental si no es tratado a tiempo.

Más aún, 12 de cada 100 adolescentes tienen la presencia de un problema que podría ser una enfermedad mental. Y si todo ella pareciera ya grave, se maximiza esa gravedad al conocerse que el 44% de los niños de 7 a 11 años tienen problemas de salud mental y que el 14% de los jóvenes de 18 a 24 años tienen probabilidad de padecer problemas de salud mental.

Pero intentemos buscar razones y entonces encontramos un estudio reciente del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad VU de Amsterdam que nos da unas luces: “La urbanización está asociada con la salud mental. La prevalencia de trastornos psiquiátricos fue significativamente más alta en áreas urbanas que en zonas rurales”. Es decir, quien lo creyera, un factor de riesgo es el vivir en grandes urbes como nuestra Bogotá.

Reafirma el estudio que a mayor densidad de población, mayores fueron los índices de enfermedades mentales, con tendencia, además, a ser más complicados, pues se combinan diferentes patologías.

No parece muy lejana la tesis con lo que ocurre en Bogotá si tenemos en cuenta lo denunciado en el debate en el Concejo y es que al año más de 400 mil personas acuden para recibir atención en salud mental en la red pública y 231.291 personas en la red privada.

Bogotá parece cumplir con todos los factores que potencian la presencia de problemas mentales entre sus habitantes: Violencia intrafamiliar, maltrato infantil, consumo de sustancias psicoactivas, desplazamiento forzado y pobreza.

Juicioso el planteamiento en el Concejo para dar un primer paso que permita enfrentar la problemática y es la prevención.

La concejal María Clara Name indicó que el tratamiento temprano en niños y adolescentes puede reducir los costos de atención y riesgos a futuro y señaló que esa prevención debe trabajarse desde los colegios.

El concejal Edward Arias, médico de profesión, afirmó que a los 10 años de edad los niños demuestran conductas que se pueden diagnosticar claramente como un riesgo de desarrollar una enfermedad mental y alertó cómo en la ciudad el 6% de los adolescentes están propensos a quitarse la vida.

Urge sin duda una movilización de toda la infraestructura de salud de la ciudad frente a la prevención y atención en lo referente a salud mental. Suena obvio pero es urgente. En 2014 en Bogotá se suicidaron 76 niños y 48 niñas, en 2015 aumentó a  91 niños y 47 niñas. En promedio 1.800 personas por año se suicidan en la capital, según el concejal Hosman Martínez.

El concejal Juan Carlos Flórez, señaló que más del 80% de las personas en Bogotá tienen un trastorno mental y no reciben ningún tipo de tratamiento a lo que se une el déficit de camas y medicamentos para tratar a las personas.

Como decíamos al comienzo, resulta inexplicable que la salud mental de los habitantes de Bogotá no sea una prioridad y que cuando se discute poca atención demande. La enfermedad mental es un problema social de gran magnitud que afecta a un gran número de personas hoy en día y que no tiene distinción social. Esta es una asignatura que no han querido afrontar como se debe los diferentes gobiernos distritales.

La OMS propone que para tener un menor riesgo de sufrir un problema mental es necesario promover una planificación urbana que propicie hábitos saludables y seguridad, mejorar las condiciones de vida en las ciudades en particular mediante el acceso a viviendas y sistemas de saneamiento adecuados para todos.

¿No debieran estos enunciados ser prioritarios en la agenda de gobernantes como los que pasan por Bogotá, más enfrascados en enfrentamientos políticos que en la búsqueda de enfrentar problemas públicos como el de la salud mental?

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