El avivato que termina corrupto

En una charla de amigos reciente, alguien de los contertulios se vanagloriaba de algo que prendió una muy interesante discusión. Decía el amigo, ahora no sé si lo siga siendo, que era importante entrenar a los hijos para que fueran vivos y despiertos frente a las oportunidades que se les presentaran en el camino, incluso si para conquistarlas, tuvieran que en esa competencia con los otros, acortarlo de cualquier manera.

Ese de “cualquier manera” prendió la mecha porque casi que al unísono varios nos miramos y el reproche fue unánime.

Porque eso de “entrenar a los hijos “para el éxito a cualquier costa es precisamente lo que edifica personalidades dispuestas a la laxitud frente a los comportamientos éticos que al final terminan en prácticas corruptas.

Hoy se conmemora en Día Mundial de Lucha contra la corrupción y la fecha vale para recordar que ese fenómeno, es el punto de partida de los graves problemas que enfrentan hoy sociedades como la nuestra donde ha hecho carrera el “todo vale” para escalar en posición económica o acrecentar fortunas.

Bogotá en lo público ha sido presa de la más galopante corrupción al punto que acudimos a expresiones eufemísticas para tratarla. Hablamos del carrusel de la contratación, que no fue más que una acción orquestada por un alcalde en alianza con familiares, contratistas, interventores, abogados y que se yo quienes más, para asaltar los dineros públicos de la ciudad, que no son más que los recursos que a través de impuestos gente de bien aporta, confiando que serán bien invertidos para elevar la calidad de vida de de sus habitantes.

Pero la corrupción no solo está en lo público y en los grandes escándalos, también en el ciudadano que se aprovecha del otro para su beneficio.

Es decir que de la corrupción todos en mayor o menor medida somos culpables. Quien la practica, quien debe investigarla y no lo hace, quien sabe de ella y no lo denuncia.

La corrupción se sirve de la ignorancia y apatía de los ciudadanos, de la negligencia y complicidad de las autoridades públicas.

Hoy es urgente que además de cambios en los comportamientos culturales, otros hablarán de cultura política, todos los ciudadanos de bien hagamos control, seamos veedores, vigilemos la transparencia en la ejecución de recursos públicos.

Pero claro para ello la decencia y pulcritud deben entrar por casa y que no sea en ella donde en cambio nos inculquen que el avivato, el despierto es el que gana, incluso pasando por los estándares de honorabilidad.

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